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En el post anterior hablaba, entre otras cosas, de cómo la alergia al ciprés no me había dejado darlo todo en un evento muy importante para mí. Desde hace varios años, no me deja darlo todo ni en los importantes ni en los cotidianos.

Los alérgicos de invierno sufrimos no sólo los síntomas de otras alergias más reconocidas, sino la incomprensión y falta de empatía de los demás por puro desconocimiento. De hecho, la información que encontraba en internet al respecto, hasta ahora, ha sido muy ambigua e incompleta.

En 2007 me hice por última vez las pruebas de la alergia. Me las he tenido que hacer durante toda mi vida para ver si damos con la causa de un problema cutáneo (hoy en día resumido en dermatitis atópica, que es todo y nada). Ese año, por primera vez, era alérgica a los ácaros, las gramíneas y el ciprés. No le hice caso, no los notaba, ni pensaba estar pendiente de ello.

Por aquel entonces y desde hacía años, solía juntarme con unos amigos por carnaval y uno de ellos reparó en que todos los años por esas fechas estaba resfriada. Era cierto, pero aún no era grave. Fue agravándose con el tiempo, hasta el punto de ir cada invierno a la consulta para tratarme un resfriado que no tenía. Mi amigo, que no sé cómo lo sabía, me dijo que mirara si tenía alergia al ciprés. En una consulta privada me lo confirmaron. En la pública (con la que generalmente estoy contenta) se limitaban a suministrarme medicamentos para el resfriado.

La diferencia con un resfriado, es que no hay “malestar general”. Los síntomas, aunque variables en cada persona, son los mismos que los de un resfriado, a excepción del malestar. Sí es cierto que a mitad de la tarde, sientes la pesadez de llevar todo el día peleando por una bocanada de aire, pero se nota la diferencia con un constipado.

Mis síntomas en particular son: estornudos, congestión, picor en el paladar, ronquera (sin dolor), dolor de cabeza, sensación de opresión en el pecho y, a veces, fiebre. Lo que más acuso es la sequedad, aunque el moqueo es continuo, noto la nariz, la garganta y los ojos muy secos. Para todo pongo remedio, cada cosa requiere sus cuidados. Los antihistamínicos amainan los síntomas, pero no hacen que desaparezcan. Además, yo tiro de propóleo para la garganta (descansando una semana de cada cuatro y dejándolo por completo los meses de verano) y suero para los ojos (¡Ojo! Que no te lo vendan a precio de gasolina). Avamys (pulverizador nasal) es el milagro contra la congestión, pero a veces tengo que dejarlo de lado y echar mano de Rinobanedif, una pomada nasal con actividad antiséptica, antiinflamatoria y vasoconstrictora, en definitiva, una pomada a base de vaselina que lleva eucalipto.

Con respecto a la incomprensión, cada año es la misma cantinela. Más de una vez me han dicho «¿alergia ahora? ¡Si no es primavera!». Alergias, haberlas, haylas todo el año, que unas sean más comunes que otras, es otra historia. Otro de los chascarrillos es: «¿Al ciprés? Pues no vayas al cementerio?». Los cipreses están por todas partes, no los busques únicamente desde abajo, mira también hacia arriba y los verás en cada parque, en cada urbanización nueva, en cada chalé… los cipreses no sólo son los árboles, también son los setos. Existe una veintena de variedades y se han puesto de moda. Lo que hace que cada vez haya más gente aquejada de alergia a las cupresaceas no es, como leí en algún sitio, que no sea una especia autóctona (¡menuda idiotez!), sino el hecho de que haya aumentado la cantidad de estas plantas en todas partes. Cabe añadir que el periodo de polinización de los cipreses va desde noviembre hasta marzo, siendo su momento cumbre entre enero y febrero. Por lo que el término alergia de invierno no es demasiado preciso.

De entre todos mis conocidos (pero todos, todos) sólo conozco a una persona que la padece (¡Hola, Enrique! ¡Ánimo!) y nos permitimos saludarnos con desgana en invierno, porque sólo nos queda comprendernos entre nosotros. En mi investigación por las redes, porque a veces encuentro más información en twitter que en cualquier otro buscador, me encontré con un tweet de la periodista Helena Resano de enero del año pasado en el que decía que la alergia la acompañaba al trabajo. ¡Ya queda menos, Helena! Otra que la padece es @Sylvi_CV (aunque creo que lo suyo es un surtidito de todo lo que dé alergia) ¡Vamos, que con esta también podemos!

Supongo que este post lo he escrito más para mí que para nadie, por mi propio consuelo y, de paso, si sirve para que se nos crea, que es cierto que no es grave, que no es enfermedad, pero estamos fastidiados durante mucho tiempo. Quizá no se cure con comprensión, pero, ¿a quién no le ayuda un abrazo o que entonen el Soft Kitty para nosotros?



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